Crimen en la noche (Bob Clark, 1974) : Don´t go in the Blog!

miércoles, 17 de octubre de 2007

Crimen en la noche (Bob Clark, 1974)


He decidido comenzar este blog, por fin, que dedicaré al cine de terror. Comenzamos con la obra maestra de Bob clark (1939-2007), cineasta moderno, para mi su mejor película junto a la incluso más personal Porky’s.

Savini se estrenó en los efectos especiales con este film, los resultados del maquillaje y ese numerito en el despacho del doctor son espectaculares. Junto a él en maquillaje Alan Ormsby, que además escribe el guión.

La película arranca con la muerte de un par de soldados en pleno combate, los títulos y una lograda siniestra banda sonora a cargo de Carl Zittrer, se superponen a una imagen congelada del segundo de ellos muriendo: Andy.

El guión explota las repercusiones del regreso de trastornados de guerra a unos USA que los olvida, con buenas dosis de humor negro y sin falsas moralinas. “Crimen en la noche” no es para nada cine bélico, es un film de terror basado en el retorno de un soldado, ahora maligno, que arremeterá psicológicamente contra su propia familia y en un contexto más amplio se cobrará de la sociedad americana lo que se jugó por ellos en combate.





¿Adivinan de quién hablamos? Por supuesto del personaje cult total, y por el que siempre será recordado el film: Andy Brooks, encarnado y nunca mejor dicho por Richard Backus. La película es un muy peculiar slasher, el chico se comporta como un intruso durante toda la cinta y se nos presenta como un guapito zombi-vampiro que rompe con los estereotipos del género: no convierte a sus víctimas, es capaz de convivir en familia (al menos por una temporada), toma el sol en el patio de casa, …




Andy es un tipo muy fino, de medias sonrisas, se chuta la sangre que él mismo extrae a sus víctimas, se hace torniquete con un auscultador, es un tipo con mucha flema, viste retro y tiene una pose enigmática a la vez que cool, hace dedo, estrangula perros con una sola mano, en definitiva, un joven difícil… no es un zombi descerebrado, pero igualmente resulta harto complicado entablar conversación con él.

La inicial escena bélica da paso a la casa familiar del recién fallecido, los personajes están agotados de subir y bajar esas escaleras, que por cierto dan pavor, no son felices, y aquí se han gestado enormes tensiones de toda una vida en común. Se bendice la mesa mientras la madre habla bajo para sí misma (y a la par con los muertos): “Vuelve a casa! Me prometiste que estabas con vida! No te puedes morir!”. Por el tono podemos entender que ha presentido la muerte de su hijo.

Es una familia tradicional americana: cortan roast beef, el padre fuma pipa, tienen otra amable hija, su hijo se alisto presumiblemente a la Guerra del Vietnam… La paranormal cena es interrumpida por la recepción de un frío telegrama del departamento de estado, la madre corrobora su presentimiento: Andy ha muerto. Se les notifica que incluso ya tiene tumba.




De madrugada la madre habla sola en un cuarto oscuro, está sentada en una mecedora marca Hitchcock cuando afirma categóricamente: “Me lo prometiste. Has venido!”. Los faros delanteros de un camión se superponen en la oscuridad de esa habitación, rimando con la luz de la vela que sujeta la madre para pedir su deseo: acaba de dar a luz a Andy por segunda vez. Su hijo, ahora zombi autoestopista, vuelve a casa.



Los personajes son psicológicamente esbozados de modo más profundo que en otros títulos de terror, los actores dan gran credibilidad a los padres: Lynn Carlin que ya había sido nominada a un Oscar años atrás por su papel en Faces de Cassavetes, y John Marley.



El modo de filmar de Bob Clark es muy efectivo, Andy se presenta sin previo aviso. La cámara se aleja del camión que lo recogió en la carretera (Andy acaba de reponer fuerzas, no hemos visto cómo lo hizo) y esto se yuxtapone a un acercamiento subjetivo de Andy hacia la casa familiar. Son pasadas las 3 de la madrugada, la familia escucha ruidos, bajan cómicamente en fila india por la escalera protagonista, la puerta está abierta, el perro nota algo raro. El padre sale un momento, nada, cierra, sorpresa: tienen a su difunto hijo tras la puerta con una diabólica sonrisa.

No obstante, Andy no vuelve con ánimos, no está para celebraciones, les pide que esperen, que no comuniquen a nadie su llegada. Está muy delgado, pálido, ojeroso, ummm, mortecino. El padre le comenta “Me dijeron que mi hijo estaba muerto”, a lo que Andy contesta “Lo estaba”, esto desencadena una de las escenas de familia más claustrofóbicas dentro de esta casa. Esta familia ya no es lo que era, bajaron al hall y se lo encontraron: Andy no tiene alma, es frío, manipulador, no se comunica, no come con ellos…

Su llegada causa fricciones cada vez mayores en el matrimonio, se recriminan por todo lo referente a Andy: “¿De qué lado estás tú? Siempre le has provocado y por eso se alistó”, “Se alistó para que no lo convirtieras en un niño de mamá”, “Tú no querías que volviese a casa”… Todas las tensiones latentes en el seno de esta familia salen a relucir.




La película esta repleta de golpes tremendos conscientemente humorísticos, por ejemplo la inversión de papeles médico-paciente, en las escenas en que Andy da caza al médico de familia en el lúgubre despacho de éste ultimo, y obviamente fuera de horario de atención al enfermo. Andy, de blanco, es el que manda en esta consulta “He venido a mi chequeo” “Tómeme el pulso” “Auscúlteme”… ¿En esta consulta también hay jeringas, quién extraerá una muestra a quién? Chute entre paredes ensangrentadas, minutos antes se deslizaban por ellas las sombras medico-paciente. A un final de consulta médica gore, se intercalan imágenes en las que el padre revisa borracho perdido fotos del álbum familiar, la botella de whiskey vacía yace entre sus páginas. La droga, en sus distintas variantes, ayuda a esta típica familia americana a retrotraerse a tiempos mejores.

Otro detalle que me encanta es la escena en que el padre se presenta al sheriff para denunciar a su hijo, el gris ayudante del sheriff juguetea con las tablillas de una persiana, en este juego deja pasar luz exterior, el padre de Andy quiere confesar, el ayudante persiste en su juego, ahora no entra luz en el oscuro despacho, este hecho hace que el padre paralelamente dude sobre sus intenciones, y termine por contar una inverosímil coartada para proteger a su hijo.

La película finaliza con una quedada con la antigua novia de Andy, en principio a la chica se lo intentan montar como una cita a ciegas con el zombie. Andy se nos cae a trozos, necesita más chutes! Se le pudren las manos, se presenta a la cita disfrazado con guantes negros y gafas oscuras de sol que ocultan las heridas de guerra, jersey de cuello alto y pantalones ajustados.



Pero no, Andy sabe que tanto pasear palmito de esta guisa no puede terminar bien, desea ocupar su sitio en el cementerio, en compañía de su madre y contrariamente a los deseos de ésta, el filme se resuelve con la agonía del yonqui: Andy, ojito derecho de mamá, quisiera no haber nacido.

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